
Con once maletas al fin del mundo
¿Tiene miedo de ir al dentista? Los habitantes del pueblo de Eikwe, en Ghana, son cuanto menos escépticos. Muchos prefieren confiar en el arte de los chamanes o de los curanderos, en lugar de en la medicina tradicional. Así lo ha vivido Niclas Meinke. Este dentista de Colonia trató durante tres semanas a pacientes en el hospital S. Martín de Porres, en Eikwe, con el material donado por Ivoclar Vivadent en la maleta. A su vuelta, este odontólogo comprometido está decidido: quiere crear una unidad odontológica con perspectiva a largo plazo.
El camino hasta Eikwe, de 2.000 habitantes, es el primer obstáculo al que se enfrentan los voluntarios. Después de 14 horas de vuelo desde Dúseldorf hasta Dubái y desde allí hasta Accra, la capital de Ghana, viene lo mejor: el trayecto continúa durante nueve horas con el vehículo todoterreno por carreteras con profundos agujeros en el asfalto y, en algunos tramos, de un solo carril. El pueblo está junto a una gran playa con palmeras. «Eikwe se encuentra a solo 6.000 kilómetros de Colonia en línea recta, pero la sensación es que está al otro lado del mundo», comenta Niclas Meinke sonriendo. No se ha arrepentido nunca de este viaje de 36 horas. Todo lo contrario.
A través de un familiar que trabaja desde hace años en misiones en África, a Niclas Meinke se le ocurrió involucrarse en el hospital S. Martín de Porres, en la Costa de Marfil, junto a su colega la Dra. Petra Jasper-Pellio y dos estudiantes de medicina que, de esta forma, pudieron hacer sus prácticas en Ghana. El hospital de Eikwe, fundado en 1959 auspiciado por la Iglesia católica, se financia actualmente y en su mayor parte a través donaciones. Teniendo en cuenta las condiciones locales, la institución ofrece una buena infraestructura, con quirófanos completamente equipados, una unidad de esterilización central y farmacia. Sin embargo: aquí no hay algo parecido a una consulta dental con sillón, iluminación o radiología. Cuando Meinke llegó, la ginecóloga se encontraba de vacaciones, por lo que su consulta junto con el sillón ginecológico de exploración se transformó en una «Dental Office». Al menos con aire acondicionado.
«El hospital tiene una dirección médica y empresarial muy buena, no hay corrupción en el equipo. El personal está muy unido al hospital por las experiencias personales. Y también se vive el amor al prójimo cristiano sin pensar en obtener beneficios», explica Niclas Meinke. Él tampoco llegó con las manos vacías. Antes del viaje pidió donaciones de material a empresas dentales como Ivoclar Vivadent; y no fue decepcionado. Las once maletas han sobrevivido bien a los aviones y al viaje por tierra. Así que ya se puede empezar.
Los pacientes ya han acudido también porque, antes de su llegada, se anunció la atención dental a través de anuncios colgados y la radio. Niclas Meinke es el tercer dentista que va a trabajar aquí. El horario de consulta es desde las 9 hasta las 16 horas. «Gracias a la diversidad del material donado hemos podido ofrecer a los pacientes toda la gama de los tratamientos de obturación, y también hemos extraído quirúrgicamente dientes muy dañados y dolorosos», informa el joven dentista de Alemania. Hasta 20 pacientes acuden cada día; en realidad, él esperaba que vinieran más. La necesidad es muy grande, pero muy pocos saben que han llegado médicos de Europa. Por eso, por la mañana temprano y a última hora de la tarde queda tiempo para los tratamientos con anestesia general, por ejemplo, en niños muy pequeños o discapacitados, o en los casos de abscesos grandes.
Los ayudantes voluntarios están sorprendidos por el buen estado de los dientes en algunos casos, aunque los pacientes no hayan acudido nunca a un dentista. Casi siempre, los dientes posteriores con un pronóstico desfavorable se programan para la extracción. «Tuvimos que conformarnos con una evaluación visual, porque no disponíamos de aparato de rayos X», explica Meinke.
Durante la primera semana, la estudiante de enfermería ghanesa Bridget nos ayudó a limpiar los instrumentos y el inventario, y actuó como traductora para los pacientes que no hablaban inglés. En Ghana hay cerca de 80 tribus con su propio idioma, de modo que los habitantes del país solo se entienden entre ellos en inglés, que es el idioma oficial, si es que han aprendido a hablarlo. Aunque Bridget no siempre tiene éxito, sí que consigue en la mayoría de los casos convencer a las mujeres y a los hombres de que confíen en la medicina tradicional en lugar de en los emplastos caseros. Cuando después de unos días ayudándonos en los tratamientos Bridget tuvo que regresar a su puesto de trabajo en el hospital, la echamos mucho de menos.
Niclas Meinke planea garantizar una atención a largo plazo: su objetivo concreto es acudir entre una y dos veces al año con otros dentistas para poder asegurar una cierta regularidad. Además quiere que se forme a un auxiliar dental allí, que pueda ayudar en las visitas futuras y coordinar la agenda de citas. De esta manera también se cubren las necesidades del hospital.
En las tres semanas, Meinke ha tenido una buena experiencia en el tratamiento de los escolares. «En las consultas infantiles, los niños se han sentado de buena gana y sin timidez en el sillón dental». Por eso, Meinke piensa que sería buena idea involucrar a los colegios en el proyecto, sensibilizar a los niños desde edades tempranas a través de visitas regulares para que adquieran una buena higiene bucal, y proporcionar información sobre los tratamientos dentales.
Pero para todos estos planes también necesita mucho apoyo, por eso quiere dar de nuevo las gracias por todas las donaciones de material y por la colaboración de todos los participantes.
Derechos de las imágenes: Dr. Niclas Meinke